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Familias Diversas

Transición Familiar para Acompañar a Personas Trans

Publicado

en

Por Maribel Núñez Cruz

Foto: Secretaría de Infancias y Adolescencias Trans y sus Familias de la Federación Argentina LGBT

Alguna vez escuché a un destacado psicoanalista, experto en infancias trans, decir que la sociedad espera de las personas que tenemos hijxs, que entreguemos un “producto cis-hetero”.

Este comentario llamó poderosamente mi atención porque recordé que al considerar la posibilidad de la maternidad pensé que había siempre cierta probabilidad de traer al mundo a una persona con alguna discapacidad o con una orientación sexual no normativa; pero no se me ocurrió alguna otra situación.

En mi generación, nada te preparaba para ser mamá de una persona trans. Afortunadamente las cosas empiezan a ser distintas pero es necesario que esos cambios alcancen a todas las personas trans para que el asumir quiénes son no les signifique discriminación ni precariedad (como sucede hoy para la mayoría).

Voy a hablar un poco de la experiencia que he tenido como mamá de una persona que a los 17 años me dijo: “Soy una persona trans. Yo en realidad soy un hombre”. Me paralicé. No estaba realmente sorprendida, porque sabía que eso venía de alguien que incluso antes de aprender a hablar ya manifestaba rechazo por los estereotipos asociados a lo femenino.

Mi primera reacción fue decirle que yo estaba ahí para lo que se necesitara y sugerí que hiciera cambios más radicales en su expresión de género que afirmaran más su apariencia masculina. Su reacción fue firme: “No soy una mujer masculina y quiero vivir mi vida como un hombre porque es así como me percibo”.

Desde sus primeros años de vida, aprendí a eludir la presión de docentes y familiares cuando trataban de convencerme de imponerle los mandatos asociados a su género asignado al nacer. Pero fue terrorífico pensar lo que tendríamos que enfrentar desde que supe que en realidad tenía un hijo que no sólo necesitaba reconocimiento de mi parte, sino del resto de la sociedad.

Mi hijo me pidió usar en adelante pronombre masculino y me informó de su nombre elegido. Y afortunadamente, por esos días, su terapeuta le informó que había un grupo de la Red de Familias Trans al que yo podía acudir. Cuando pedí incorporarme al grupo de mamás (porque los acompañamientos a las personas trans, cuando ocurren, casi siempre corren por parte de nosotras), me impresionó mucho una abuela que hablaba con muchísimo orgullo de sus “dos nietes”.

Cuando llegó mi turno de hablar, yo sollozaba y decía que no entendía nada y que todo era muy difícil, incluido el hecho de tener que nombrar a mi hijo con otro pronombre y otro nombre porque, aunque yo lo intentaba todo el tiempo, aún me ganaba la costumbre y me equivocaba con frecuencia.

Conté incluso que tuve un sueño muy angustiante en el que yo veía desde la calle a mi hijo en una terraza de un edificio viendo el cielo con un telescopio, mientras se desataba un terremoto y yo trataba de gritar y decirle que bajara corriendo a ponerse a salvo, ¡pero no recordaba su nombre!

El duelo por la pérdida de quien yo creía que era mi hija y la presión por adaptarme pronto a reconocerle en su nueva identidad de género me llenaba de ansiedad y de culpa, derivadas de sentir que tenía muy claro lo que mi hijo demandaba de mí y, al mismo tiempo, pensar en que quizás no iba a ser capaz de estar a la altura.

Hablar con el grupo de pares hizo su magia. Tantas personas que amorosamente me consolaban y me decían que todo iría bien, que lo que sentía era normal y era parte del proceso, que ellas habían pasado por ahí y que en unos meses vería todo con otros ojos.

Después me apoyé en algunas lecturas en las que aprendí que el proceso de acompañar a alguien de la familia en una transición de género se llama transición familiar o parental (por los cambios que hay que hacer en la dinámica familiar y porque definitivamente afecta la manera en que vemos el género de ahí en adelante).

Acompañar una transición nos hace movernos a través de los géneros y nos permite entender que el género mismo es una especie de estrategia para afrontar la vida desde el lugar que a cada quien le acomoda más; y que lo que importa es que a la persona trans se le escuche y que se le reconozca plenamente su dignidad.

Al mismo tiempo, es conveniente contar con apoyo institucional y, cuando éste existe, con un marco legal que puede hacer su vida más fácil (por ejemplo, al poder modificar sus documentos de identidad). Rodearme de mamás con sus hijas, hijos e hijes trans ha sido una de las mejores experiencias de mi vida.

Ha sido una oportunidad de oro para conocer personas que han combatido el miedo a vivir vidas no normativas y a luchar activamente para que familias, escuelas, amistades, destierren las prácticas cotidianas que llevan a la exclusión y a la violencia contra las personas que saben que su anatomía no tiene que ser una prisión y que la subjetividad de una persona es un rompecabezas que incorpora muchas dimensiones de la existencia y no sólo la genitalidad.

Cada familia que acompaña a una persona trans se convierte en agente de cambio. En los grupos de pares incluso se habla de que hacemos una especie de “activismo doméstico”, cuando explicamos a las personas cercanas los distintos aspectos de la transición de género de nuestrxs hijxs.

Y, con frecuencia también, son las mamás (y algunos papás, hermanxs, tías, parejas), quienes hacen presión en las esferas políticas para conseguir que se allane el camino para la población trans, porque como decía Carlos Monsiváis: “A nadie le aflige querer ser lo que es”. Y, yo agregaría a este interesante aforismo, que la falta de empatía y de información son la verdadera causa de la aflicción.

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